Pautas en el tratamiento de un paro cardíaco
28 de junio de 2021
Por Elsevier Connect
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Hace escasas fechas os presentábamos VII edición del Compendio de medicina interna se abre en una nueva pestaña/ventana, un título que recoge la esencia de los dos volúmenes del Farreras|Rozman. Tratado de medicina interna. Esta obra facilita facilita enormemente una consulta rápida de los principales procesos patológicos, su aproximación mediante la anamnesis y la forma de identificar los signos y los síntomas más relevantes.
Muerte súbita y paro cardiorrespiratorio
En el 80%-90% de los casos, la muerte súbita (en general por fibrilación ventricular) se debe a una cardiopatía estructural subyacente, en especial la isquémica. Otras veces se trata de miocardiopatías (dilatada o hipertrófica), de la displasia arritmogénica o de valvulopatías. En el 10%-20% de los pacientes, la muerte súbita se produce en ausencia de cardiopatía estructural demostrable, en cuyo caso hay que considerar tres entidades:
Síndrome de Brugada (de base genética y con ECG caracterizado por una elevación del ST en V 1 -V 3 , con una morfología que se parece a un bloqueo de rama derecha)
Síndrome del QT largo (también de base genética, a veces asociado a sordera, y con una característica prolongación del segmento QT)
Síndrome de WPW. En los casos identificados de alto riesgo está indicada la implantación del desfibrilador automático.
Toda pérdida súbita del conocimiento debe sugerir la posibilidad de un paro cardíaco; aunque en la mayoría de los casos se trata de una lipotimia o síncope, es preciso iniciar rápidamente las maniobras dirigidas al diagnóstico y, si se confirma la existencia de un paro cardíaco, al tratamiento del mismo.
Este puede dividirse en dos fases:
Las maniobras básicas de mantenimiento de la vida, o «ABC de la reanimación»
El tratamiento definitivo o «avanzado». Las primeras deberían ser conocidas por todo el personal sanitario e incluso por la población general.
El primer paso consiste en abrir la vía respiratoria, con frecuencia obstruida por la lengua, que en el paciente inconsciente cae hacia atrás. Ello se consigue a base de extender la cabeza y tirar hacia delante el maxilar inferior, para dejar expeditas las mandíbulas y evitar que la base de la lengua caiga hacia atrás y ocluya la laringe. A continuación, se pasa a la respiración positiva boca a boca. El reanimador insufla el pulmón del paciente y este se expande. Cuando el socorrista inspira aire para insuflarlo, el paciente experimenta la espiración pasiva. En ocasiones, se dispone de una mascarilla para realizar la respiración artificial.
Para determinar si una víctima inconsciente que no respira se encuentra en paro cardíaco, hay que buscar el pulso arterial carotídeo, ya que es el más asequible (no hay necesidad de quitar la ropa), se encuentra próximo al reanimador y, además, suele ser intenso. Si la víctima tiene pulso, se continúa la ventilación artificial a un ritmo de 12 por minuto hasta que recupere la respiración espontánea, comprobando la presencia de pulso cada minuto. En caso contrario, se inicia el masaje cardíaco externo. Para este, la compresión debe realizarse sobre la mitad inferior del esternón y no sobre el apéndice xifoides. Es preciso ejercer la suficiente fuerza como para deprimir unos 3-6 cm la pared del tórax. El número de compresiones por minuto debe ser de 80-100 cuando las maniobras las realiza un solo reanimador. Cada 15 compresiones hay que intercalar dos ventilaciones rápidas. Las maniobras no se interrumpirán más de 5 s.
El tratamiento avanzado sigue las pautas expuestas en la imagen de portada del artículo.
Más información y referencias: Sección 3. Cardiología, Compendio de medicina interna se abre en una nueva pestaña/ventana 7ª edición. Imágenes y textos páginas 136-137 ó consúltalo a través de nuestra plataforma de formación interactiva ClinicalKey Student se abre en una nueva pestaña/ventana.
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