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Revistas depredadoras: qué son y cómo afectan a la integridad de la ciencia

Spain | 8 de marzo de 2019

Predatory Journals Image

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  • Cómo analizar la calidad de un artículo científico

  • Indicadores de calidad de las revistas científicas

Internet ha transformado el mundo de la edición y divulgación de los artículos científicos, lo que ha traído como efecto colateral una cierta “presión” por publicar que parece haberse instalado entre la comunidad académica. Y este nuevo escenario ha servido de caldo de cultivo para la irrupción de lo que se conoce como revistas depredadoras, es decir, aquellas que solicitan activamente a los autores manuscritos por los que cobran unos honorarios sin proporcionar los servicios editoriales, avales y procedimientos de calidad (como la revisión por pares) que constituyen las principales señas de identidad de las publicaciones legítimas.

Aunque la aparición de estas revistas, que muchos denominan abiertamente “fraude científico”,  es más o menos reciente, ya han sido objeto de varios estudios. Uno de los primeros, y que se ha convertido en un referente en el tema, es el que llevó a cabo Jeffrey Beall, bibliotecario y profesor de la Universidad de Colorado (EEUU), quien, además de acuñar el término de “revistas depredadoras”, elaboró la List of Predatory Journals, se abre en una nueva pestaña/ventana un análisis de las publicaciones en función a una serie de criterios (existencia de normas claras, comprensibles y perfectamente comprobables en la web para los autores, comprobación del comité científico que había aprobado la publicación, etc.). Para Beall, los editores de las publicaciones que no se ajustan a estos criterios o reúnen determinadas condiciones son depredadores “porque su objetivo no es promover, preservar y difundir el conocimiento, sino explotar el pago por parte del autor, utilizando el modelo de acceso abierto en beneficio propio”.

En la línea de Beall, los expertos coinciden en que las dos principales razones por las que esta práctica se puede considerar fraudulenta son, por un lado, el no llevar a cabo la revisión científica pertinente y necesaria en este tipo de publicaciones y, por otro, que su finalidad no es la divulgación y difusión del contenido científico, sino recaudar dinero.

Señales sospechosas

En su estudio, Beall ya apuntó muchas de las “pistas” que permiten detectar este tipo de publicaciones. Posteriormente, en un nuevo estudio sobre el tema llevado a cabo por un grupo de investigadores del Instituto de Investigación del Hospital de Ottawa (Canadá), titulado “Revistas biomédicas legítimas y potencialmente depredadoras: ¿puedes encontrar la diferencia? Una comparación transversal” se abre en una nueva pestaña/ventana, publicado en BMC Medicine, los autores identificaron hasta 13 características que permitían identificar a las publicaciones fraudulentas. Recopilando las aportaciones de éstos y otros estudios y análisis sobre el tema, se pueden concretar cuatro aspectos o situaciones que hacen sospechar que una publicación se encuadra dentro de la categoría de “depredadora:

1-“Ansia” por recibir manuscritos: Es propio de estos editores llevar a cabo intensas campañas de promoción solicitando artículos a los autores, generalmente por e-mail y con correos remitidos desde direcciones no profesionales o académicas (muchos de estos mensajes entran directamente en forma de spam, lo cual ya es un motivo para desconfiar). Esta práctica es inusual en el caso de las publicaciones legítimas, y también lo es la rapidez con la que las “depredadoras”  publican los manuscritos que reciben. Otro aspecto sospechoso en este sentido es que el estilo del lenguaje que se emplea en la página principal de la publicación está más dirigido a los autores que a los lectores o público científico.

2-Amplitud y variedad temática: Estas revistas demuestran interés por publicar artículos sobre un mayor número de temas, amplios y heterogéneos, que las revistas “legítimas”. Debido a esto, llama también la atención la gran cantidad de documentos anuales que publican. Esta mayor flexibilidad temática, unida a unos costes de publicación o APC (Article Publishing Charge) considerablemente más bajos suponen su principal recurso para atraer a los potenciales autores.

3-Expertos y procesos difícilmente comprobables. El estudio de Ottawa constató que casi tres cuartas partes de las revistas depredadoras analizadas tenían editores o miembros del consejo editorial cuya afiliación con la revista no estaba verificada. Tampoco quedaba reflejada una política clara sobre retracciones, correcciones, erratas y plagios (aspectos sobre los que la mayoría de las revistas legítimas declaran políticas). Otro factor a tener en cuenta es la falta de descripción y transparencia respecto a las fases por las que pasa el manejo del manuscrito (incluida la revisión por pares) y también está ausente la información relativa a su difusión digital.

4-Errores, erratas y demás. Según el análisis de los autores canadienses, la mayoría de las revistas depredadoras contenían errores ortográficos e imágenes distorsionadas o potencialmente no autorizadas. Asimismo, un 33% de ellas declaraban una medición falsa del factor de impacto e incluían una cantidad llamativa de anuncios.

Cómo identificarlas: los repertorios son la pista

Un primer paso para comprobar si una revista es depredadora o no consiste en consultar la lista de Jeffrey Beall. El problema es que este listado no está actualizado y en él la “busca y captura” de las revistas depredadoras –una tarea nada fácil, ya que muchas de estas publicaciones consiguen “camuflarse” muy bien a simple vista, adoptando, por ejemplo, títulos o apariencias similares a las de algunas de las revistas legítimas más populares– corre a cargo de voluntarios.

Por su parte, Lluís Codina se abre en una nueva pestaña/ventana, profesor de Comunicación Social en la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, recomienda detectarlas “por descarte”, es decir, comprobar si una revista sospechosa de ser depredadora está incluida o no en los repertorios, directorios y bases de datos bibliográficas más utilizadas en el mundo académico. Esta inclusión implica que la publicación ha sido sometida a la evaluación y procedimientos necesarios para acreditar su calidad científica. La “lista de comprobación” que ofrece Codina es la siguiente: MIAR se abre en una nueva pestaña/ventanaDOAJ se abre en una nueva pestaña/ventanaERIH PLus se abre en una nueva pestaña/ventanaDialnet se abre en una nueva pestaña/ventanaScopus Sources se abre en una nueva pestaña/ventana y Master Journal List-WoS se abre en una nueva pestaña/ventana.

Aunque muchas veces las alusiones a las revistas depredadoras están rodeadas de un cierto tono alarmista –debido principalmente a su carácter fraudulento–, actualmente las situaciones de desprestigio y/o fraude científico que pueden generar están controladas gracias en gran medida a esa función de “peaje” de los repertorios:   “La suerte es que no se conocen casos de revistas depredadoras  que hayan sido admitidas en ninguna base de datos o repertorio de revistas de calidad, por lo cual su impacto en la ciencia se ha mantenido limitado hasta ahora, y es de esperar que va a seguir siendo así mientras tengamos esa especie de cordón sanitario que forman las bases de datos académicas y los repertorios de revistas que manejan las agencias de evaluación”, comenta Codina en su artículo “Nunca publiques aquí: revistas depredadoras y cómo identificarlas”.  se abre en una nueva pestaña/ventana

Por otro lado, y tal como reflejó otra de las investigaciones llevadas a cabo sobre este tema, el estudio Open Access ‘Depredador’: un estudio longitudinal de volumen de artículos y características del mercado se abre en una nueva pestaña/ventana”, realizado por  expertos en Ciencias de los Sistemas de la Información de la Escuela de Economía de Hanken, en Helsinki (Finlandia) y publicado en BMC Medicine, aunque las revistas depredadoras están experimentando una evolución creciente (más de 420.000 artículos fueron publicados en ellas frente a los 53.000 de 2010), su “popularidad” parece estar circunscrita a unos pocos países, donde las prácticas de evaluación académica no contemplan controles adicionales de calidad.